Venimos de la esfera y, tras una vida en espiral, a la esfera regresamos
REFLEXIÓN SEMANAL 04/12-10/12/2017
Vivimos en un mundo
ilusorio de múltiples formas geométricas con diversos volúmenes,
superficies, caras, aristas y vértices que dibujan la totalidad de
los objetos cotidianos que conocemos, desde la hoja de un árbol,
pasando por un tenedor o una silla, hasta un coche de carreras o la
estación espacial internacional. Un universo geométrico con un
mismo lenguaje, el matemático.
Pero en un mundo
continuamente cambiante, donde nada es nunca siempre igual, uno no
puede más que preguntarse de dónde provienen todas las formas
geométricas y hacia dónde van.( Un tema que, sobre la base de los
sólidos Platónicos, trato con un objetivo diferente en la novela
“La era de los hijos de Metatrón”).
No obstante, gracias al
avance tecnológico y a uno de los principios esenciales de la
ciencia que es la observación, podemos constatar que la vida, en su
origen, es circular. Ya que circular son los quarks, constituyentes
fundamentales de la materia, en sus combinaciones como protones y
neutrones. Circular es el núcleo del átomo de carbono, que
configuran esos protones y neutrones. Circulares son los bloques
nucleótidos que construyen el ADN, creados a partir de los átomos
de carbono. Circulares son los núcleos de las células de nuestro
organismo, generados a partir del ADN. Y circulares son los óvulos
que crean la vida humana, surgidos a partir de dichas células.
Y asimismo, gracias a la
tecnología y al principio de la observación, podemos constatar que
la vida, en su fin, es también circular. Ya que circular son los
planetas donde la vida se crea y muere. Circulares son los sistemas
solares que albergan los planetas. Circulares son los astros que
crean los sistemas solares. Y circulares son las galaxias formadas
por millones de sistemas solares.
Así pues, podemos decir
que el círculo es el alfa y el omega de la vida, y entre medio del
principio y el fin del mundo de las formas se haya todo el universo
posible de formas geométricas diferentes. En otras palabras, que
tanto el microcosmos como el macrocosmos es circular, mientras que el
intercosmos –propio de nuestra escala- es multigeométrico.
No obstante, en un
universo tetradimensional como el que vivimos, donde la velocidad es,
junto con la dirección, una de las dos dimensiones del tiempo, todo
círculo rota en revolución sobre su eje central formando una
esfera: el cuerpo geométrico más perfecto del Universo. Por lo que
si venimos de la esfera y vamos hacia la esfera, geométricamente
hablando, el modelo de sistema de transición de cualquier forma
geométrica hacia la esfera no puede ser otro que la espiral. Y es
curioso, justamente, que la forma espiral no es más que la secuencia
matemática que dibuja el número áureo para crear todo lo existente
en la naturaleza.
Pero matemáticas aparte,
si venimos de la esfera y -desde la diversidad de formas de nuestras
vidas-, volvemos hacia la esfera, nuestra existencia no puede ser más
que una espiral en continua rotación. Donde nuestras vidas dan
varias vueltas alrededor de un punto de origen, del que
irremediablemente nos iremos alejando cada vez más. Y lo mismo
sucede con aquellos otros puntos singularizados, por importancia de
circunstancias o personas, a lo largo de nuestro trayecto; los
cuales, por mecánica pura, irán quedando relegados a un pasado cada
vez más lejano. Que, paradojas del Universo, volveremos a ellos
tarde o temprano y de una u otra manera, ya que todos los puntos que
forman parte de la esfera potencial de nuestra vida equidistan con un
punto interior y central que la originó.
Transcendit vestris vitae
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano
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