La tendencia es la Topía personal, y no la utopía social

REFLEXIÓN SEMANAL 05/02-11/02/18
“A barriga llena corazón contento” es un antiguo refrán español que caracteriza muy bien nuestro carácter como individuos (homo mansueti, hombre domesticado) de la sociedad occidental, pues cumple la satisfacción de una de las primeras necesidades básicas de toda persona, como prescribe la pirámide de Maslow. -Recomiendo aquí la lectura del artículo “La Fórmula de la Motivación” (en Vademécum del Ser Humano)-. Sí, las bondades del Estado de Bienestar Social, aun con sus desequilibrios sociales incluidos, nos han convertido en personas pragmáticas que buscamos cubrir nuestras necesidades existenciales sin romper el tablero de juego que configura el sistema, pues sabemos que, sin llegar a ser la Politeia de Platón y aún con un vasto recorrido para su mejora, es el mejor sistema de organización y desarrollo social que los humanos hemos conseguido crear a lo largo de nuestra historia como especie. Las otras alternativas no son más que utopías. (Como el propio Marx calificó al socialismo pacífico de Owen, y posteriormente la Historia demostró a su vez con el socialismo radical de Marx, que al final resultó ser una distopía).

Lo cierto es que no, los ciudadanos del primer mundo ya no buscamos utopías (a causa de nuestra naturaleza de homo mansueti), por mucho que gritemos consignas por un mundo global mejor contra las injusticias del planeta al otro lado de la pantalla de plasma de nuestro salón que codifica señales eléctricas en imágenes. Quizás sea también porque la utopía social ya no encuentra su motor de cambio en la política (res publica), sino en los avances de la tecnología (tecnología publica), y ésta convierte la utopía del modus vivendi del hombre del mañana en el hoy presente o inminente. Pues si bien nuestro sistema político aún se fundamenta en pilares tan antiguos como el Derecho Romano, como es el principio de la propiedad privada, nuestro sistema colectivo de Bienestar Social (que abarca tanto la esfera pública como privada de las personas) encuentra su sostenibilidad y potencial desarrollo en la fuerza motriz contemporánea de la tecnología que hace de la ciencia ficción una ciencia real, práctica y de uso para beneficio social.

Es por ello que hemos cambiado el hábito de perseguir las utopías (pues el mercado tecnológico, que todo lo impregna e influye, nos la sirve paquetizada en las estanterías de los comercios), por perseguir nuestras Topías -del griego clásico topos, que significa lugar-. En otras palabras, los ciudadanos del primer mundo ya no buscamos un mundo ideal, pues nos viene dado por la lógica del desarrollo fugaz de las siempre innovadoras tecnologías en una economía de Mercado, sino que buscamos un lugar dentro de ese mundo ideal en continuo cambio y transformación. Sí, la Topía ha desbancado a la Utopía. Y lo difícil hoy en día ya no es encontrar la Utopía, sino nuestra propia Topía dentro de este presente del mañana.

Encontrar nuestra Topía en medio de una utopía -que por esencia se supera cada mañana para no dejar de ser-, nos obliga a reinventarnos continuamente para no perder nuestro lugar dentro de la sociedad. Y resulta tan fácil perder nuestro lugar que, una vez perdido a causa de los rápidos y abruptos cambios que sufre el Mercado, el hombre occidental del siglo XXI se ve abocado a volver a encontrarlo, sabedor que no se puede regresar al lugar del que se parte, pues este ya no existe en el continuo temporal de una utopía que avanza inexorablemente hacia el futuro inmediato sin esperar a nada ni a nadie. Es por ello que la búsqueda de una Topía personal es igual a la búsqueda de un nuevo y renovado encaje individual dentro del engranaje colectivo de la sociedad, proacción a la que llamamos reinventarse.

Pero todo encaje en un sistema en continua actualización tiene sus determinismos, desde barreras de entrada por edad (todos tenemos, parece ser, fecha de caducidad laboral), pasando por especializaciones o habilidades emergentes e inexistentes hasta la fecha, hasta las siempre cambiantes necesidades de consumo que resetean en tiempo real el sistema (Mercado) como mecanismo de sostenibilidad económica del mismo mediante la palanca de cambio social que llamamos competitividad empresarial. Todo un reto para reencontrar nuestra Topía personal dentro de la sociedad. Un escenario delirante que vuelve loco al más cuerdo.

La parte positiva es que el hombre es un ser creativo y tenaz por naturaleza, e intentará tantas veces como haga falta encontrar su Topía dentro del engranaje social, a merced de que a cada nuevo intento salga disparado por la tangente a causa de la fuerza centrífuga ejercida por la alta velocidad con la que se desplaza el tren de la utopía social. Que lo consiga o no, ese es otro cantar que cuenta cada persona en su saldo junto con otros muchos condicionantes (como el azar, la preparación, la oportunidad del momento, los contactos, etc) y que definen el trazo de suma de historias posibles de cada individuo.

Sí, la utopía social ha dejado de ser una prioridad al convertirse en lo más parecido a la certeza de un mañana inmediato mediante un presente continuo que lo roza cada día a mayor velocidad de desarrollo, mientras que la Topía personal dentro de la sociedad ha dejado hace tiempo de ser una certeza para convertirse en una incertidumbre. Pues los hombres proponemos, pero son los TecnoDioses del Mercado los que disponen.

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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano



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