El Filósofo, un homo innovador que se trasciende para Saber
REFLEXIÓN SEMANAL 26/02-4/03/18
“El filósofo, aunque
percibe algo más que humano, que es divino, sigue siendo un hombre,
de modo que el conflicto entre la filosofía y los asuntos de los
hombres es en último término un conflicto dentro del propio
filósofo”, extracto de la obra “La promesa de la política”,
de la teórica política alemana de origen judio Hannah Arendt
(1906-1975). No podía expresarse mejor, aunque personalmente creo
que lo que percibimos los filósofos, más que divino, es una porción
del Saber. Un Saber tan vasto que, aun juntando las innumerables
porciones de pensamientos de todos los filósofos habidos y
existentes a lo largo de la historia de la humanidad, no abarcamos
más que una pequeña sección de la totalidad. Si no fuera así, sin
duda seríamos dioses.
(Entiéndase filósofo
como homo pensante, no al filósofo como docto en la historia
bibliográfica de la filosofía).
Sí, en definitiva el
pensamiento de un filósofo no es más que el intento de dar
respuesta existencial a los temas que le generan conflicto en su
particular vida humana, por lo que al final el filosofar no es más
que una autoterapia que a veces, solo a veces, produce respuestas
útiles para el resto de las personas (si no se circunscribe a la
gestión de un objetivo práctico concreto). Y como el filósofo,
como persona que es, nunca es siempre el mismo en su desarrollo
evolutivo como persona, pues todo en la vida está en continuo cambio
y evolución (principio de impermanencia), sus temas de reflexión y
enfoques filosóficos también cambian y evolucionan. De lo contrario
tendríamos pensamientos reflexivos estáticos y replicativos. De ahí
que un filósofo puede transcurrir por diversas etapas de
pensamiento, al igual que un pintor pasa por diversas etapas
pictóricas. Pues las personas, como parte intrínseca de la Vida,
estamos sujetas a la acción imperativa del movimiento continuo.
Si la filosofía, por
tanto, es el resultado del conflicto interno del filósofo como
humano (mundo interior) con los asuntos humanos (mundo exterior),
parece evidente que los límites de la filosofía es la propia orbe
humana. No obstante, e incumpliendo la ecuación, la filosofía ha
conseguido traspasar la atmósfera gravitacional humana gracias a dos
cualidades naturales del filósofo: el pensamiento crítico (de
carácter lógico/racional), y la intuición (de carácter
no-lógico/no-racional). Ambas cualidades, el pensamiento crítico y
la intuición, ya sean por separado o en combinación, son capaces de
conjugar nuevas relaciones aparentemente inconexas de ideas y
conceptos allí donde antes no existían generando el proceso que
denominamos como creatividad, el cual puede derivar en un estadio de
innovación de pensamiento, si así se intenciona, sobre una materia
concreta de estudio. (Por cierto, ¡cuánto se echa de menos el
pensamiento crítico y la intuición en los equipos de trabajo que
desarrollan -como si siguieran un manual de instrucciones en modo
autómata- los procesos metodológicos de creación de innovación en
el ámbito del management, y aun más en el sector público!, aunque
este es otro tema).
Así pues, si bien el
filósofo busca dar respuesta a los conflictos que como persona tiene
en el interior del espacio de su caja humana de cristal donde habita
como ser pensante, es capaz de trascenderse a si mismo por encima de
su propia caja mediante las palancas liberadoras del pensamiento
crítico y la intuición, en su propósito por percibir una porción
del Saber. Un propósito de acariciar el Saber que, más que un reto,
es una necesidad vital para la naturaleza esencial del filósofo como
el aire que respira. Es por ello que en su necesidad de Saber, el
filósofo tanto puede reflexionar sobre los grandes aspectos de la
Vida, como sobre temas más o menos relevantes socio-económicos y
políticos de su contexto espacio-temporal, así como sobre aquellos
aspectos menos trascendentes pero más prácticos y de utilidad
diaria para el desarrollo personal, social y profesional del ser
humano. Pues, ¿qué es el Saber?, sino un todo objeto del
conocimiento compuesto por múltiples partes unitarias de éste.
Estando el interés individual del filósofo en saber condicionado a
las diversas y cambiantes necesidades vitales que como persona
humana, profundamente humana, va sintiendo en el fuero interno a lo
largo de su vida mortal. Por lo que el filósofo no se hace, sino Es.
Y frente a esa singular naturaleza de Ser, es la sociedad la que
decide en cada momento de la historia de la humanidad si lo
capitaliza como un activo de valor clave de productividad social y
empresarial o, por el contrario, lo devalúa hasta el punto de
exterminarlo de los planes educativos de una sociedad. Dime cuánto
de pensamiento crítico e intuitivo tienes en tu masa productiva, y
te diré qué tipo de sociedad crítica e “innovadora” estás
creando y, lo más relevante, hacia dónde se dirige.
Sólo me cabe finalizar
la presente breve reflexión rememorando a Descartes, consciente que
mi pensamiento, y por tanto mi propia existencia, es indudable, algo
absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas
certezas (y nuevos vuelos), por lo que tengo la certeza como persona
que pienso, luego existo (cogito ergo sum). Pero, como bien
decretó el maestro Sócrates en pluma del gran Platón, en ese
existir pensando solo sé que no sé nada (scio me nihil).
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano
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