Justicia y Consciencia: una relación complicada de conjugar
REFLEXIÓN SEMANAL 31/04-06/05/18
Que no vemos las cosas
como son, sino como somos nosotros, es una máxima que constatamos a
diario. De lo que se deduce que el mundo exterior es relativo en
tanto y cuanto está sujeto a nuestra percepción subjetiva de la
realidad. De hecho, lo que es justo para unos es injusto para otros y
a la inversa, una controversia que socialmente se intenta zanjar
mediante el uso de la aplicación de los diversos ordenamientos
jurídicos de cada país, no por ello exentos de crítica, cuyas
normativas legales siempre van detrás de las necesidades y
reclamaciones sociales. Pues el ser humano no puede más que legislar
a posteriori en un mundo en continuo cambio y transformación.
Pero lo que personalmente
me interesa, legislación a parte, es el por qué ante un hecho
concreto y singular dos o más personas pueden diferir sobre su
concepto de circunstancia justa o injusta. En una primera respuesta,
a voz de pronto, la solución la podemos encontrar en la posibilidad
de ángulos diferentes en que los observadores se sitúan en relación
a una misma circunstancia o hecho observable. Y, en una segunda
respuesta, un poco más reflexiva, podemos incluso aludir a las
posibles injerencias de estados de opinión diferentes y externas a
las que se ven influenciados dichos observadores por parte de
terceras personas ajenas a una observación directa de dicha
circunstancia o hecho.
No obstante, imaginemos
un caso en que dos personas observan una circunstancia o hecho desde
un mismo ángulo y exentas de determinismos de opinión por parte de
terceras personas, en la que una llega a la conclusión de que
aquello que observa es justo, mientras que la otra considera que es
injusto. La respuesta a la diferencia de percepción de justicia de
la circunstancia o hecho observable debemos encontrarlo en la
diferencia de conciencia de ambos observadores. Es decir, algo
resulta justo o injusto dependiendo del nivel de conciencia personal
de cada cual.
Y aquí llegamos al punto
donde la reflexión se pone interesante. ¿Cómo sabemos que un
observador se encuentra en un nivel de conciencia óptimo para
observar, y por tanto enjuiciar una circunstancia o hecho, de manera
objetiva? (Entendiendo la observación objetiva como aquella que se
aproxima lo más posible a la esencia de realidad de lo observable)
¿Cómo saber si alguien es consciente o inconsciente ante un punto
de interés observable? ¿Cómo concluir ya no solo si un observador
es maduro o inmaduro a nivel de conciencia personal, sino incluso
deducir qué nivel de conciencia tiene?.
Hay quienes consideran,
como sostiene una catedrática de filosofía moral y política que
escuché recientemente en una conferencia sobre ética y política en
tiempos de cambio, que la consciencia personal, base para el
ejercicio y desarrollo de la libertad individual (y por extensión
para el ejercicio de los derechos individuales), se limita al ámbito
de la responsabilidad. Una tesis que no comparto en absoluto, pues la
historia de la humanidad nos demuestra, a golpe de rabiosa
actualidad, que se puede actuar con responsabilidad a espaldas de ser
conscientes realmente de lo que hacemos. Justamente, por los diversos
niveles de desarrollo de conciencia que tiene cada ser humano en un
momento concreto de su existencia (por determinismos biológicos,
culturales/ambientales, y psicológicos)
Así pues, volviendo al
hilo de cómo discernir si una persona actúa con conciencia o no
ante un hecho o circunstancia concreta, y siendo consciente del
carácter de indefinibilidad de la conciencia per se, me voy a
atrever a describir sinópticamente los tres grandes estadios de la
conciencia de todo observador posible:
I.-Estado de Carencia
de Conciencia: Aquella que no percibe los rasgos más
característicos de la materia observada, actuando frente a la misma
desde la indiferencia o la falta de respeto, con una nula o escasa
capacidad cognitiva y de desarrollo de Inteligencia Emocional.
II.-Estado de Bajo
Nivel de Conciencia: Aquella que aún percibiendo los rasgos más
característicos de la materia observada no alcanza al conocimiento
de su esencia, actuando frente a la misma desde una posición egoísta
y etnocentrista, alejada de los valores universales que como
principios de comportamiento humanista nos permiten realizarnos como
personas, con una escasa o alta capacidad cognitiva y un nulo escaso
desarrollo de Inteligencia Emocional.
III.-Estado de
Alto Nivel de Conciencia: Aquella que percibe tanto los rasgos
más característicos de la materia observada como el conocimiento
de su esencia, actuando frente a la misma desde una posición de
respeto y búsqueda del bien común, en sintonía con los valores
universales que como principios de comportamiento humanista nos
permiten realizarnos como personas, y con una alta capacidad
cognitiva y de desarrollo de Inteligencia Emocional.
No cabe decir que los
diferentes estadios de conciencia son íntimamente dependientes de
una óptima gestión del conocimiento (recibido y autotrabajado), de
las experiencias vitales de cada persona, y de la capacidad
psicológica individual de síntesis de éstas últimas (conocimiento
+ experiencia). Tres factores claves del desarrollo de la conciencia
personal que, al contar con el vector temporal, posibilitan que una
misma persona en momentos diferentes de su vida pueda manifestar uno
u otro estadio de conciencia. Es decir, que la conciencia no es un
rasgo genético, sino una potencialidad del ser humano de
relacionarse consigo mismo y frente al mundo que le rodea que puede
desarrollarse a lo largo de la vida.
Por otro lado, y a la luz
de lo expuesto, cabe apuntar que no hay mejor manera de conocer en
qué estadio de conciencia se encuentra una persona que a través de
sus actos en relación con una circunstancia o hecho objeto de
observación y/o interacción. Y que debemos ser conscientes que la
relación entre dos o más personas con estadios de conciencia
diferentes solo puede llevar a la falta de entendimiento (y a la
confrontación), pues donde uno percibe justicia, el otro percibe
injusticia. Frente a diferentes tipos de conciencia, diferentes
concepciones de Justicia. Y en un mundo donde la Justicia es ciega,
mal nos pese, el rey es el tuerto (que en su picardía hace de la ley
de todos las trampas para algunos).
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano
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