El ser humano dejará de ser en breve el ser más inteligente y entonces solo nos quedará la actitud
REFLEXIÓN SEMANAL 11-17/06/18
Durante
siglos nos hemos creído la especie más inteligente del planeta,
pero este estatus pronto lo perderemos. La creación superará al
creador, hasta el punto que serán nuestras propias creaciones
evolucionadas la que nos enseñen a los seres humanos. Y es que la
puerta que acabamos de abrir en materia de Inteligencia Artificial
(IA) representa el inicio de una nueva era donde la humanidad, sin
lugar a dudas, dará un salto cualitativo a nivel de desarrollo como
especie a una velocidad de vértigo, pero no gracias a los avances
tecnológicos e innovadores propios del hombre sino gracias a la
autoría de la IA: la nueva especie más inteligente del globo
terráqueo.
La
intervención de la IA la encontramos hoy en día en todos los campos
del desarrollo humano, pues su implicación no solo optimiza el
trabajo del hombre, sino que incluso lo mejora a través de su
capacidad de autoaprendizaje automático. Por poner un solo ejemplo,
esta misma semana Fujitsu
ha anunciado que aplicará IA en la compañía Asahi Shuzco para
la creación de la famosa bebida japonesa de vino de arroz denominada
sake, lo cual significa que, en un mercado globalizado, solo es
cuestión de tiempo el hecho que bebamos vinos españoles elaborados
por IA (ya veremos, entonces, en qué lugar quedan relegados los
“imperfectos” enólogos humanos). Pero la IA no se reduce a una
optimización de la productividad, sino que su capacidad de
autoaprendizaje -que no es más que la resolución estadística de la
búsqueda del resultado más óptimo mediante el análisis de
megadatos imposibles de gestionar por la mente humana-, hace de la
nueva especie tecnológica que posea la capacidad de ser creativa, y
por tanto innovadora. Como es el caso de Benjamin,
la computadora que creó el guión de la película de ciencia ficción
Sunspring,
que se estrenó en pantalla en junio de 2016. O la creatividad de la
inteligente Sophia, el primer robot (creado en 2016 por el
estadounidense David Hanson) con nacionalidad ciudadana de Arabia
Saudí (desde 2017), que en una entrevista
al rotativo español El País (del
pasado mes de abril 2018) declaró que “los seres humanos son las
criaturas más creativas del planeta pero también las más
destructivas”. No es baladí, por tanto, que el Ministerio de
Defensa del Reino Unido acabe de declarar públicamente hace unas
semanas escasas su temor
por que los robots aprendan tácticas de guerra de los videojuegos,
lo cual les harían infalibles frente a una hipotética guerra contra
humanos. Quien sabe si la humanidad que emergió gracias a la
eliminación de una especie dominante, los dinosaurios, sea
exterminada por mediación de otra especie dominante, en este caso
los nuevos seres tecnológicos.
Pero
no seamos aves de mal agujero (aunque sí precavidos). Pongámonos en
la situación de un futuro donde la especie humana coexiste de manera
armónica, y casi simbiótica, con la nueva especie tecnológica. En
este caso, es predecible imaginar un aumento exponencial de la
inteligencia de los seres tecnológicos por su alta capacidad de
autoaprendizaje que superará, sin lugar a dudas, a la inteligencia
humana. Por lo que el futuro se puede presentar como un escenario
donde la IA enseñe a los humanos, y no a la inversa. En este
supuesto de hegemonía de la IA, ¿qué le queda al ser humano?. La
respuesta no es otra que la Actitud, una habilidad secundaria
intrapersonal que depende directamente de las tres habilidades
básicas nucleares del ser humano: la Motivación, la Autoestima y la
Inteligencia Emocional, si es que la gestión emocional no la dejamos
en mano de la IA mediante la normalización social de la manipulación
biogenética (de lo cual ya reflexioné en el último artículo en Bitácora de un Buscador).
En
un mundo donde la inteligencia ya no será patrimonio hegemónico de
la humanidad, la actitud marcará la línea diferencial entre los
seres humanos y los seres tecnológicos. Pues como apuntaban los
fenomenológicos, la actitud es nuestro yo transcendental en relación
con el mundo. Y si perdemos nuestro yo trascendental no solo no nos
diferenciaremos de los robots, sino que nos convertiremos (o nos
convertirán, mejor dicho) en un subproducto de ellos. Donde el
creador será creado, previo a una fase -quizás sutil pero
profundamente alquímica- de reconstrucción de nuestra propia
naturaleza.
Es
por todo ello que, ahora más que nunca, urge la necesidad de
introducir de nuevo la Filosofía como materia transversal en el
conjunto de la sociedad, para reflexionar no solo sobre las
implicaciones éticas del desarrollo humano, sino más aun sobre el
modelo de humanidad que queremos crear como especie todavía de libre
cognición. En caso contrario, no tardaremos en cumplir la profecía
de Nietzsche cuando anunciaba que “Dios ha muerto” (preanunciada
por Hegel), para dar paso al cuarto día en que el ser tecnológico
volverá a crear al ser humano a imagen y semejanza.
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano
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