Reivindico el ego como instinto básico de existencia y supervivencia personal
REFLEXIÓN SEMANAL 27/11-03/12/2017
Desde el momento que el hombre como individuo tiene conciencia de su Yo frente al no-Yo (los otros), surge el ego. Pues el ego no es más que la manifestación de la mismidad, de la conciencia de una identidad personal, íntima e intransferible de la existencia continua de la personalidad a lo largo de la vida de un individuo, con independencia de los cambios fisiológicos y psicológicos que se experimenten. Por tanto, se puede afirmar sin rubor alguno que el ego forma parte del instinto básico de identidad y supervivencia del hombre como ser vivo.
Desde el momento que el hombre como individuo tiene conciencia de su Yo frente al no-Yo (los otros), surge el ego. Pues el ego no es más que la manifestación de la mismidad, de la conciencia de una identidad personal, íntima e intransferible de la existencia continua de la personalidad a lo largo de la vida de un individuo, con independencia de los cambios fisiológicos y psicológicos que se experimenten. Por tanto, se puede afirmar sin rubor alguno que el ego forma parte del instinto básico de identidad y supervivencia del hombre como ser vivo.
Mucho se ha demonizado
sobre el ego en estos últimos tiempos por influencia del pensamiento
new age de claras reminiscencias orientales, equiparando el
ego a una individualismo perjudicial tanto para la persona en sí
misma como para su entorno, y hay que remarcar que el ego no es
peyorativo per se, ya que no es ni más ni menos que el Yo
concebido y reconocido por nuestra propia introspección directa como
seres sintientes y racionales. A partir de aquí, cualquier extremo
no es bueno. Y a extremos me refiero tanto a un ego hedonista que
solo busca satisfacer su felicidad personal por encima de los demás,
comportamiento que calificamos como egoísmo e individualismo en
sentido negativo, como a un ego que reniega o busca la anulación de
su conciencia de identidad personal en pos de participar de una
identidad mental colectiva que le trasciende como individuo. El
primer extremo del ego está claro que es contrario a los fundamentos
de una sociedad humanista, mientras que el segundo extremo del ego
puede ir en contra del propio instinto básico que por ser de
identidad personal es, a su vez, de supervivencia individual.
De hecho, todo instinto
de supervivencia, que en filosofía se conceptualiza como conato, no
es solo un esfuerzo del individuo hacia la autoconservación, sino
que parafraseando a Spinoza es el esfuerzo de un individuo en
perseverar en su ser. Pero no en un ser como manifestación de una
entelequia de uno mismo, sino que dicho esfuerzo de perseverancia de
la conciencia de un Yo singular va íntimamente unido -y por tanto
estructurado- a sus propio mundo emocional, como ya apuntó
Aristóteles hace más de dos milenios. Por lo que el ego, como
instinto básico de sentido de existencia y supervivencia es por
esencia de naturaleza compleja, pues ya sabemos que el universo de
las emociones y sentimientos del ser humano viene condicionado por
determinismos biológicos (herencia genética), ambientales (entorno
de desarrollo) y psicológicos (capacidad personal de descodificar y
gestionar la realidad más inmediata), por lo que el concepto de ego
-con independencia de ser un instinto- está relacionado tanto con la
consciencia como con la cognición.
Sí, el ego es un
instinto básico del ser humano, y como instinto posee una finalidad
adaptativa, pero además al estar conectado con la conciencia puede
ser observado y reculturalizado por ésta. Lo cual no significa que
el ego en si mismo -como idea mal preconcebida- sea una cualidad
negativa de la persona, sino una característica esencial del
individuo como ser cognitivo que reafirma su existencia en el mundo.
Es por ello que en estos tiempos en los que impera la filosofía del
buenismo y del relativismo, fruto de una mal integrada espiritualidad
unificadora bajo el mantra “todos somos uno”, cabe revindicar el
ego como instinto básico de existencia y supervivencia personal a la
luz del humanismo que prioriza los derechos y cualidades esenciales
del ser humano.
Sí, por tanto que tengo
ego, yo soy, más allá que mi ego sea una sustancia o una
subjetividad de mi consciencia, tratados de filosofía a parte. Y con
independencia que junto con mi ego pueda coexistir un alter
ego. Puesto que sin ego, ¿qué soy yo?: no más que una gota de agua
insustancial en la linea del horizonte del océano. Por lo que desde
mi ego, me declaro defensor de mi singularidad frente al mundo (los
no-Yo); aunque eso sí, sin soberbia, pero tampoco sin sumisión.
Vivo, ergo sum!
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano
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