El Mercado, como el Péndulo de Newton, no requiere de personas moralmente buenas
REFLEXIÓN SEMANAL 9/01-14/01/18
No tengo uno, pero debo
admitir que me encanta el Péndulo de Newton, ese artefacto que
comercialmente se vende como un entretenimiento de escritorio formado
por un bastidor del que están suspendidas cinco bolas alineadas
horizontalmente y en contacto con sus adyacentes cuando están en
reposo, que cuando les ejerces una pequeña fuerza motriz con la mano
colisionan entre sí creando un movimiento pendular de las bolas
situadas en los extremos. Lo cierto es que podría perder la noción
del tiempo mirándolo :-)
Si ponemos atención a
las bolas suspendidas que hacen de péndulos, tenemos claro que entre
las características que deben tener para que el juguete de mesa
funcione no le vamos a pedir que tengan una conducta moralmente buena
entre ellas, pues nos es totalmente indiferente, sino que cumplan con
las condiciones necesarias para que el Péndulo de Newton, en su
conjunto, funcione correctamente. Es decir, que sean bolas idénticas
en peso, masa y volumen, y que estén suspendidas del bastidor por
hilos de igual longitud e inclinados con un mismo ángulo en sentidos
opuestos todas ellas, para poder restringir el movimiento de las
bolas en un mismo plano vertical que permita la finalidad propia del
artefacto: demostrar la Ley de conservación de la energía, que nos
dice que la energía ni se crea ni se destruye,sólo se transforma.
En otras palabras, lo único que nos importa es que las bolas hagan
su función como parte del mecanismo, con independencia de su
moralidad individual.
Pues lo mismo sucede con
el sistema económico de libre mercado que impera a nivel global, el
Capitalismo, que podemos asemejarlo al artefacto en si mismo, siendo
las empresas las bolas del péndulo que generan el movimiento, y las
personas el perfil característico de éstas. Y de igual manera que
sucede con las bolas del Péndulo de Newton, el Capitalismo no
requiere de las personas que forman una empresa que éstas sean
moralmente buenas, sino que cumplan con las condiciones necesarias
para que el sistema económico de libre mercado, en su conjunto,
funcione correctamente: es decir, que sean personas competitivas en
su puesto de trabajo.
Habrá quien pueda pensar
que en un mercado laboral donde cada vez se valora más la
Inteligencia Emocional como factor clave del mundo empresarial, tal y
como lo señala el Foro Económico Mundial en las habilidades esenciales para la cuarta revolución industrial, el ser y tener una
conducta catalogada como de buena persona es inherente a la propia
Inteligencia Emocional en la construcción de un mundo más
humanizado. Nada más lejos de la realidad. No nos confundamos, la
Inteligencia Emocional no es un rasgo de carácter, como sí lo es el
ser una buena persona, sino una habilidad que se aprende para poder
conseguir los objetivos que la persona se propone, por lo que la
Inteligencia Emocional representa un instrumento de gestión clave
para la competitividad profesional. En otras palabras, una persona
puede ser inteligente emocionalmente y, por tanto, ser competitivo
laboralmente (que es lo que se busca), pero no ser una buena persona
desde un punto de vista ético y moral. (Recomiendo la lectura de “La
Fórmula de la Inteligencia Emocional” de la serie de artículos
sobre Desarrollo Competencial de Las Fórmulas de la Vida, para
mayor profundización).
Por otro lado, por si no
nos hemos percatado, el Péndulo de Newton cuenta con un número
limitado de bolas, al igual que le sucede a la maquinaria del
Capitalismo que para su funcionamiento óptimo -marcado por el ritmo
y movimiento fluctuante de la oferta y la demanda- tan solo requiere
de un número determinado de empresas y trabajadores. Por lo que,
amig@, que no te lleven a engaño: ser solo buena persona no te va ha
asegurar un puesto de trabajo (que los dioses están en otras cosas),
y menos en tiempos de crisis donde el Péndulo solo requiere de tan
solo dos bolas para poder funcionar. O eres competitivo, o no eres,
he aquí la cuestión en una sociedad donde la maquinaria del Mercado
determina nuestras vidas.
No quisiera acabar la
reflexión sin remarcar que este artículo no pretende ser una oda de
exaltación a ser malas personas para poder triunfar profesionalmente
-como muchos realitys shows ya promueven de manera
(a)normalizada-, sino mostrar la evidencia de que no existe
correlación directa entre ser buena persona y tener éxito laboral
(para desilusión quizás de muchos bajo una determinada idea
preconcebida de justicia divina), pues esta premisa no tiene cabida
en la lógica de la economía de mercado. Y a los hechos de rabiosa
actualidad podemos remitirnos.
De igual manera, el
reflejo que nos muestra este artículo nos debe hacer reflexionar
sobre el modelo de sociedad que estamos creando, puesto que si bien
ya es por todos aceptado que la Economía y sus reglas de
funcionamiento definen nuestra sociedad, a nivel social sí que
necesitamos poner en valor la buena conducta ética y moral (aunque
solo sea por una cuestión pragmática de supervivencia como
especie). La pregunta, por tanto, en un mundo regido por el Dios
Mercado, es ¿quién se va a ocupar de la ética y la moral?. Y ya
podemos olvidarnos de los profesores que, con lo que les pagamos,
suficiente problema tienen para poder subsistir. Otro tema digno de
urgente reflexión...
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano
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