La Sensibilidad, el camino trascendente del hombre
REFLEXIÓN SEMANAL 29/01-04/02/18
La sensibilidad es una
característica de la conciencia trascendental, ¿pero trascendental
hacia qué?, pues justamente a alcanzar los arquetipos ideales de
belleza, amor o justicia universal. Lo cual presupone que el ser
humano nace con ideas a priori de dichos arquetipos idílicos,
con independencia de determinismos culturales y contextos histórico
temporales, que influyen en los preceptos más nobles que marcan el
desarrollo de la humanidad como sociedad. No obstante, si aceptamos
la premisa de unos arquetipos de ideas superiores, cabe aceptar
asimismo la premisa de la existencia de una fuente originaria de la
que emanan dichos arquetipos ideales, la cual debe tener voluntad,
intencionalidad e inteligencia creadora -a la vista del
funcionamiento mecánico del mundo- a la que podemos denominar Dios
(sin entrar en connotaciones culturales religiosas).
Es por ello que podemos
afirmar que si la sensibilidad es una característica de la
consciencia trascendental, pues busca instintivamente la
trascendencia de la naturaleza humana, la sensibilidad no deja de ser
sino un camino al encuentro de nuestra dimensión espiritual como
seres con capacidad cognitiva. Cabe aquí diferenciar sensibilidad
como habilidad innata humana, del sensibilismo y la sensibilería
como expresión emocional propia de un estado psicomental
desajustado. Si bien la primera nos transciende como especie humana
hacia una órbita de naturaleza divina (sin catalogación previa), la
segunda es de carácter profundamente mundana e individual enraizada
y enredada en las cuestiones cotidianas del mundo.
Sí, la sensibilidad es
un camino de espiritualidad al encuentro de nosotros mismos en
relación al todo creador, desde donde emanan los arquetipos ideales
apriorísticos que guían la evolución positiva ascendente del
conjunto de la humanidad. En este punto, hay que diferenciar la
espiritualidad de la religión, pues si bien las diversas religiones
(creadas a posterori por los hombres a partir de las
enseñanzas de un maestro espiritual) tienen como objetivo ayudar a
canalizar la espiritualidad de las personas, las religiones se
fundamentan en dogmas de fe (culturales, profundamente culturales)
que pueden llegar a cohibir e incluso deformar la habilidad
espiritual innata de las personas si no están bien gestionadas. Pues
si bien todo instrumento tiene su utilidad, no todas las utilidades
requieren del mismo instrumento, sin contar con la validación de las
capacidades idóneas de quienes tienen la voluntad de controlar y
gestionar dicho instrumento.
La sensibilidad, como
característica de la conciencia trascendental del hombre y camino
hacia el encuentro de su espiritualidad, conecta la individualidad
con lo múltiple, y lo múltiple con el todo, desde donde el ser
humano se reencuentra con otra dimensión personal en relación a la
naturaleza divina del mundo. Entendiendo divino como la fuerza
unitaria creadora, infinita y atemporal, que da sentido armónico a
todo lo existente, y desde la que intuitivamente podemos captar y
entender, aunque sea dentro de nuestras limitaciones humanas, los
grandes arquetipos ideales sobre los que se fundamenta nuestro
universo percibido, y cuya aproximación nos permite ser mejores
personas como individuos y como especie.
Sí, la espiritualidad es
un estadio de desarrollo de la capacidad innata del hombre de su
sensibilidad por el conjunto de partes que forman la creación en su
conjunto, lo cual nos conduce a una actitud de respeto y amor por los
no-yo, ya sean personas, animales, vegetales, minerales, objetos u
elementos. Pues la capacidad de nuestra trascendencia como seres
sintientes, pensantes y espirituales se mide en relación directa al
reflejo de nuestra coexistencia armónica con el mundo que nos rodea
dentro de la vida que nos toca vivir. Aunque, como todos sabemos, el
gran reto de hoy en día no es otro que el desarrollar la
sensibilidad de la espiritualidad personal en un mundo humano lleno
de contradicciones y contrastes de opuestos, donde la búsqueda de la
trascendencia y el seguimiento de los arquetipos ideales brilla por
su ausencia a favor de un individualismo exacerbado que ha creado sus
pseudoarquetipos propios, tal como si fueran figuras de barro
divinizadas, pautando la actual concepción que tenemos de los
valores mundanos (versus trascendentales) del Mercado, el Estado y la
sociedad misma. Atrás hemos dejado, como sociedad, la sensibilidad
como característica de la conciencia trascendental, para abrazar la
estética como característica predominante de la conciencia mundana
en nuestras vidas diarias. La buena noticia es que los arquetipos
ideales divinos continúan persistiendo como semillas de ideas
innatas en la naturaleza humana, que la espiritualidad es una
necesidad impulsiva que nunca se sacia en el seno interior del hombre
como individuo, y que toda evolución de la humanidad está marcada
por el principio pendular ascendente (con sus correspondientes
devaneos incluidos) hacia nuevas, mejores y más perfectas cuotas de
humanismo en un viaje sin fin. Puesto que, al fin y al cabo, ¿qué
es el hombre? sino un ser espiritual por naturaleza, aunque esté de
moda (caduca por antonomasia) el negarlo.
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano
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