Toda razón es relativa en la singularidad de la Vida

REFLEXIÓN SEMANAL 22/01-28/01/18
Todos y todo somos centripetados por la Existencia, tal cuales residuos más o menos sólidos son engullidos en remolino por el desagüe de un lavadero. Y como en cualquier efecto de remolino, si bien los diferentes elementos a engullir mantenemos una distancia entre sí en un principio, éstos acaban por solaparse y mezclarse en un centro común al que somos atraídos y engullidos por el movimiento veloz de tipo giratorio que ejerce la Existencia sobre sí misma. Un centro común que no es más que la singularidad de la Vida de donde todo parte y hacia donde todo se dirige, cumpliendo así una de las leyes más fundamentales de nuestra realidad conocida: la Ley de la Conservación de la Materia, la cual reza la famosa leyenda de que “la energía ni se crea, ni se destruye, solo se transforma “.

Es por ello que la distancia entre los cuerpos, dentro del viaje del remolino de la Existencia, no es más que una ilusión temporal. Y en esa ilusión, el delirio de los hombres -medio animales, medio dioses en nuestro mundo material, y por tanto finito-, intentamos conceptualizar la singularidad de la Vida con definiciones y neoredefiniciones. Así, en la historia conocida de nuestro remolino existencial observamos cómo de la conceptualización de la Vida según Platón en la época Ática pasamos al Neoplatonismo en la época Helenística en la Antigüedad Clásica, o de la visión de Aristóteles de la misma época pasamos al Aristotelismo Cristiano con Santo Tomás de Aquino ya en la época de la Edad Media, y de ésta concepción Escolástica nos reconceptualizamos al ritmo del Racionalismo, el Empirismo y la Ilustración que no son más que NeoEscolástica y NeoPresocrática-Ática con Descartes, Hobbes, Kant o Shopenhauer, por poner algunos ejemplos de la era ya Moderna; y cogiendo su testigo, ya en plena era Contemporánea, saltamos a un amplia paleta de neoactualizaciones más o menos pintorescas que suman y siguen con el Neokantismo, el Neoaristotelismo, la Neoescolástica, o el Neoexistencialismo, entre otros. Diferentes versiones de una misma conceptualización de la Vida dependiendo de las coordenadas de nuestra posición como individuos en relación a la estructura cónica centrípeta del remolino de la Existencia.

Así pues, si la distancia entre los cuerpos es una ilusión temporal humana -profundamente humana, como diría Nietzsche-, las diferencias entre concepciones de la Vida también lo son, y asimismo sus postulados y credos. Pues las diferencias, en sí mismas, son una ilusión temporal propia de nuestra dimensión humana en el flujo centripéto de la Existencia.

Ahora bien, la razón de la ilusión de las diferencias se debe justamente a la distancia (posición) entre los cuerpos dentro del remolino de la Existencia. La ilusión de la diferencia social encuentra su casuística en la ilusión de la distancia cultural, y viceversa; y asimismo, la ilusión de la diferencia de concepción individual de la vida (en minúsculas), encuentra su casuística en la ilusión de la distancia genética, ambiental y psicológica entre individuos. Diferencias que se definen, redefinen y neoconceptualizan dependiendo de la distancia entre los cuerpos respecto a la singulariad de la Vida (en mayúsculas) que todo lo centripeta. Pues la Vida, si bien fluye y refluye desde una singularidad, se manifiesta y retroalimenta su continuo movimiento centrípeto desde la diversidad como fuerza motriz de su propia naturaleza (mediante el principio de la fuerza de opuestos).

Así pues, todo el mundo tiene razón subjetiva respecto a la vida (en minúsculas) y su concepción de la misma desde su posición espacio-temporal -en continuo movimiento- en el remolino de la Existencia, pero nadie tiene Razón objetiva respecto a la Vida (en mayúsculas) y su concepción de la misma respecto a la esencia y naturaleza de la Existencia misma. Pues todo aquello que definimos, redefinimos y neoconceptualizamos como humanos, ya sean aspectos cotidianos o trascendentes de la Vida, lo hacemos siempre desde la limitación de ser cuerpos espacio-temporales que forman parte del remolino de la Existencia, lo que nos impide objetivizarnos sobre el foco en el que fijamos nuestra atención.

En otras palabras, toda razón o verdad humana no es absoluta, sino relativa en referencia a su posición en el remolino de la Vida. Por lo que podemos entender las razones ajenas sobre la vida (en minúsculas) dentro de su espacio-temporal siempre en continuo movimiento, pero ello no implica que debamos compartirlas y/o aceptarlas, pues no existen dos cuerpos en un mismo punto espacio-temporal dentro de la estructura centrípeta de la Existencia hasta el momento justo de fusión en la singularidad de la Vida.

Mientras tanto, en nuestro personal e intrasferible viaje por el remolino de la Existencia como ilusoria manifestación de la diversidad de la singularidad de la Vida, depende de nosotros – a título individual y como sociedad- el cómo transitamos por nuestras vidas temporales. Sabedores que tenemos cuatro grandes opciones de vida (en minúscula) a las que abrazarnos: la Represiva o Competitiva (someto mi razón a los demás), la Evitativa (me someto a la razón de otros), la Acomodativa (adapto mi razón a la de terceros), o la Colaborativa (me enriquezco en el encuentro de espacios comunes entre mi razón y la de los demás). Conscientes, a nivel individual, que toda razón o verdad es relativa; y conscientes, a nivel social, que la elección por una u otra opción genera un modelo de sociedad más o menos beneficioso para el conjunto de sus integrantes y para la propia comunidad como estructura orgánica en continuo desarrollo evolutivo e involutivo. Aunque, al final, todo depende de las coordenadas de nuestra posición espacio-temporal (que conlleva una carga contextual), en relación a las coordenadas de posición de quienes nos relacionamos, dentro del complejo sistema de referencias del remolino de la Existencia.

Así pues, hasta el momento de nuestra centripetación por parte de la Existencia, que cada cual viva su ilusoria diferencia desde la inteligencia activa de su sistema de coordenadas de vida (en minúsculas) lo mejor que sepa y pueda, pues no somos más que el latido de la singularidad de la Vida (en mayúsculas).


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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano

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