Vaciémonos, cuando estemos bloqueados, para volver a llenarnos
REFLEXIÓN SEMANAL 15/01-21/01/18
Que dos cuerpos con masa
propia no pueden ocupar un mismo espacio a la vez, es de lógica
empírica. Para que uno de ambos cuerpos pueda ocupar dicho espacio,
el otro debe haberlo desalojado previamente. Así, a la luz de este
principio de física elemental de ocupación del espacio, si en un
tarro lleno de arroz queremos guardar macarrones, primero deberemos
hacer un vaciado del tarro para poder cambiar el contenido. De igual
manera, para desatascar un estado mental y emocional de bloqueo -que
no es más que la saturación de ideas y sentimientos, memoria de
experiencias y expectativas estancadas-, debemos vaciarnos para poder
volver a llenarnos de una nueva y renovada perspectiva mental y
emocional frente a la vida.
Sí, para llenarse de
nuevo, primero hay que vaciarse. Pero el proceso de vaciarse no
resulta sencillo, en primer lugar porque no sabemos estar sin dejar
de hacer, pues procuramos ocuparnos cada día en llenarnos de
actividades que solo provocan la sobresaturación de nuestro estado
de bloqueo. Somos animales de costumbres, y continuamos haciendo lo
mismo que hemos hecho hasta el momento, aunque no nos lleve a ninguna
parte. Y en segundo lugar porque no sabemos resolver situaciones sin
dejar de avanzar (o huir) hacia adelante, lo que solo provoca
agudizar y prolongar la vida de nuestro estado de bloqueo. Somos
animales de costumbres, y además, de terca naturaleza, quizás en
gran medida a causa de que reafirmamos nuestra identidad personal,
aquello que sentimos que somos, en base a aquello que hacemos.
Pero contrariamente, el
proceso de vaciarse requiere, justamente y en primera instancia, en
dejar de hacer, en dejar de llenarse. Y en segunda instancia, y una
vez hemos tomado la decisión de dejar de continuar llenarnos, de
iniciar el proceso de vaciado interior. Un proceso de decantación
que requiere su tiempo, cuyo ritmo suele ser lento, y que se inicia
en el mismo instante en que cesa la desaceleración progresiva que se
experimenta tras el freno dado a la actividad del hacer, tal como
coche revolucionado de carreras que requiere su espacio y su tiempo
para acabar de detenerse tras el fin de la carrera. En otras
palabras, para vaciarse hay que dejar de hacer, y tanto el dejar de
hacer como el acto consiguiente de vaciado necesitan de un tiempo
propio.
Y no, no debemos percibir
la necesidad imperiosa de vaciarnos como algo negativo, pues no es
más que un proceso natural y necesario para poder continuar
generando, en momentos singulares de nuestra vida, el movimiento
necesario para poder seguir avanzando y desarrollándonos como
personas. Esta acción dual cíclica y continua de
vaciarnos-llenarnos, que permite generar el movimiento en nuestras
vidas, emula la tercera ley de Newton llamada de Acción-Reacción
que nos describe que toda acción ejercida por una fuerza en un
sentido recibe por parte de una segunda fuerza una reacción igual y
de sentido contrario. Un principio de física básica cotidiana que
podemos observar tanto en los ciclos de las estaciones, como en el
movimiento del pedalear de un ciclista, por poner algunos ejemplos
aparentemente inconexos entre sí, pero que nos permite, en lo que
personalmente me interesa sobre el tema de reflexión a tratar, el
poder vaciarnos de una visión caduca de la vida que nos bloquea y
nos impide avanzar, para poder volver a llenarnos de una ilusión
renovada por alcanzar nuevos horizontes vitales.
No obstante, cada persona
es un mundo -condicionada por determinismos genéticos, ambientales,
psicológicos y espirituales-, y es cierto que los ritmos de los
ciclos del movimiento pendular de vaciado y llenado es diferente para
cada cual. Así encontramos personas cuyos ciclos de renovación son
cortos en el tiempo y de ejecución rápida, mientras que otras
personas manifiestan un ciclo de renovación tan laxo en el tiempo y
de ejecución tan pausada que parece que les lleve toda la vida.
Ambos ritmos de ciclos son perfectos, pues responden a las
necesidades íntimas e intrínsecas de renovación del movimiento de
la naturaleza de cada persona. Y cada persona, dentro del engranaje
del mundo (o sistema referencial humano) tiene una función concreta.
Mientras un tipo de ciclo de renovación impulsa los cambios, el otro
consolida estadios estáticos. Dos tipos de naturaleza de ritmos de
ciclos de vaciado-llenado que, a su vez y por la ley del contraste de
opuestos, permiten el movimiento del conjunto de la especie humana
como pulsación vital en medio del Universo.
Así pues, amig@, si
sientes la necesidad imperiosa de vaciarte para poder volverte a
llenar de una renovada visión de la vida, no te preocupes demasiado
ya que es una reacción normal y natural. Para poder volverte a
llenar de algo nuevo, primero debes vaciarte de lo viejo, ya que no
hay viaje sin partida. Y para poder vaciarse, no hay más que dejar
de Hacer para -una vez más- comenzar solo a Ser.
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano
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